Por Teófilo Alvarado |
Anthony se detiene frente al río Bravo y observa alambres de púas, soldados armados y un muro inmenso, pero también sabe que se encuentra a unos pasos de cumplir su sueño de entrar a Estados Unidos.
“Me siento bien porque estoy logrando mi meta, es mi sueño y ya estoy cerquita”, asevera el venezolano de 26 años, quien recorrió más de cuatro mil kilómetros atravesado seis países, para llegar hasta esta frontera de México con Estados Unidos.
Sabe lo que es caminar día y noche, desafiar la lluvia y acostarse a dormir sin cenar.
Le duelen sus rodillas y pies, pero aún así conserva el buen humor y afirma que no cruzará solo, sino que su perrito “Zeu” lo acompañará.
“Si me reciben a mí, lo reciben a él también”, anota.
Lo carga entre su ropa y cuando empieza la entrevista lo suelta para que vaya y busque algo con qué alimentarse. El cachorro encuentra unas hojas de tamal y devora los restos de masa y carne.
Antony explica que salió de Venezuela hace dos años y se fue a vivir a Colombia, donde trabajó como carpintero, electricista, plomero, “de todo un poco”.
Luego se entusiasmó por buscar suerte en Estados Unidos y ganar mejor en el trabajo que sea, porque tanto en Venezuela como en Colombia solamente se gana para medio vivir, refiere.
Indicó que esperaría a ver si hay cambios en las políticas migratorias, de beneficio para los venezolanos, pero si no los hay buscará la forma de conseguir el cruce de la frontera de cualquier forma.
Comenta que si consigue su sueño, trabajará duro para enviarle dinero a sus padres y a sus dos hijos que dejó en Venezuela, uno de seis y otro de ocho años.
Afirma que más adelante si tiene fortuna y arregla su situación migratoria, podría llevarse a sus hijos a Estados Unidos.
“Una vez que cruce veré cómo le hago para que ellos vengan también, es la meta”, menciona finalmente.