Por Luis Carlos Ortega |
Es considerada una de las colonias más grandes y antiguas de Ciudad Juárez.
Está ubicada al poniente de la mancha urbana, en un sector que junto con la zona de ampliación del mismo nombre, literalmente engloba parte de la sierra que rodea a la ciudad.
Es la colonia Felipe Ángeles que, junto con la Ampliación Felpe Ángeles, vive actualmente grandes condiciones de rezago, especialmente en lo que respecta a la infraestructura urbana.
Escenario en el pasado reciente de grandes hechos de violencia y una amplia y variada actividad criminal, hoy en día sigue siendo punto de conflictos sociales que, no obstante, cuenta con una visión de comunidad que en algo ha servido de contraparte.
Sin embargo, además de la deplorable condición que presenta el llamado “Arroyo de las Víboras”, una de sus principales vías de acceso que ya ha sido objeto de recientes coberturas periodísticas, el resto de su entorno presenta situaciones de gran deterioro, principalmente en el caso de sus vialidades.
Su accidentadas topografía ofrece un auténtico reto para el acceso de vehículos en muchas de sus calles sin pavimentar, mientras que las escasas vialidades que cuentan con concreto hidráulico, se encuentran dañadas en gran parte, con un lastimoso grado de abandono.
Así lo deja ver la calle Arroyo del Mimbre, una vialidad que nada le pide al enorme deterioro que presenta el Arroyo de las Víboras.
La extensa franja de concreto hidráulico de esta larga vía de acceso, una de las pocas pavimentadas de la zona debido a lo accidentado del terreno, presenta sin embargo amplios tramos con grandes y numerosos baches.
El mismo panorama se extiende a la colonia Ampliación Felipe Ángeles, donde el Arroyo del Mimbre cambia de nombre para convertirse en la calle Rosinante.
Esta arteria es una importante vía de acceso en la que reina un entramado de mal tapadas zanjas, abiertas en distintos sectores y nunca repavimentadas.
Más al poniente se ubica una cuchilla de la que se desprende la calle Caballo, que se adentra en el accidentado terreno por un sector donde las calles no solo son de tierra, sino que las ubicadas al norte forman parte de la agreste sierra occidental de Juárez.
Fue en ese terreno serrano donde, en junio de 2021, más de un centenar de migrantes centroamericanos y connacionales fueron rescatados por autoridades de una vivienda donde estaban cautivos.
Los migrantes, entre los que se encontraban también niños, permanecían en una pequeña vivienda asentada en una hondonada de las calles Becerros y Potrillo.
Esa vez, autoridades de los tres niveles de Gobierno consideraron el operativo como el mayor rescate de migrantes en Juárez, enganchados por bandas de “polleros”.
El cruce de la calle Caballo con la calle Asnos, muestra una situación completamente insalubre.
En ese punto el acceso a cualquier vehículo es negado dada la condición de hoyancos y de estancamiento de aguas que, retadoramente, lanzan su ofensivo verdor cargado de pestilente aroma.
A diferencia de su colonia hermana, donde los vecinos aseguran que Pasa sí pasa, en estas calles repletas de botes de basura, los vecinos aguardan resignadamente el paso del camión de limpia.
La colonia cuenta con servicio de energía eléctrica y agua potable pero no de gas natural, por lo que la quema de leña, actividad que es sobradamente practicada en el sector, inunda con su conocido aroma todo el entorno.
Ladridos de perro, graznidos y cantos de diversas aves y el inconfundible canto de un gallo, se mezclan al unísono con los anuncios de venta que un vehículo a la distancia lanza en su recorridos por las calles del sector.
De regreso por el Arroyo del Mimbre, la devastación es más que evidente.
Un extensísimo tramo de la vialidad, desde la calle Miraflores hasta el bulevar Norzagaray ofrece a la vista un espectáculo digno de una zona de guerra.
Ahí, plagado no de baches sino de auténticos cráteres, el Arroyo del Mimbre hace honor a su nombre, mostrándose como un flujo continuo de aguas negras de casi medio kilómetro de extensión.
Una fuga que parte desde un escondido enjambre de follajes en lo alto de la calle Hortencia, baja por lo que debería ser una calle pavimentada hasta la calle Miraflores, donde tuerce a la derecha en un flujo de extensa humedad que se abre por toda la vialidad hasta su conexión con Arroyo del Mimbre.
En la esquina, el agua se concentra en un gran hueco excavado por la corriente que, a modo de pequeña laguna, recibe y canaliza desde ahí el caudal de negra consistencia que corre libremente calle abajo.
Es casi medio kilómetro lo que mide esa corriente que en su lento y continuo recorrido ha provocado grandes y extensas hoquedades en la carpeta de concreto hidráulico que se extiende hasta la avenida Norzagaray, donde el flujo de aguas negras se canaliza hacia diversas partes.
Cabe recordar que en apenas el pasado mes de septiembre la gobernadora Maru Campos y el presidente municipal Cruz Pérez Cuéllar visitaron el sector para la entrega de dos presas.
A la fecha, las lluvias, el constante tráfico y otros factores se han encargado de hacer más evidente la falta de acciones de restauración efectivas en ese casi olvidado punto de la geografía local.
“La gente es la que rellena con tierra todos esos huecos que ve, y a veces sí responden del Municipio cuando hablamos; pero vienen, ponen un parche y cuando llueve ahí está otra vez el hueco. ¿De qué sirve eso?”, comenta una residente.
Los huecos a que se refiere se ubican por la misma arteria casi llegando a la calle Tabaco, donde se ubica el Centro Comunitario “Felipe Ángeles”, conocido como “El Refugio”.
Como se señaló antes en este medio, en la lógica de las autoridades, la urgencia de sus pobladores parece ser solo una variable más en la ecuación del aplazamiento
