Por Teófilo Alvarado |
Inquieto, Andrés se acerca a los fotógrafos que en ese momento dan cobertura al cruce masivo de migrantes entre Juárez y El Paso, Texas.
Pide permiso para tomar una fotografía de la gente que se cruza el río Bravo, por donde está colocada una cerca de alambres con navajas.
Uno de los profesionales de la lente le suelta la cámara, pero primero le coloca el cordón por encima del cuello al infante de 12 años, para evitar que se le caiga en el cemento o en el agua.
Andrés es un niño migrante venezolano, quien salió de su país hace unos dos meses y ha llegado hasta esta frontera, pero se topó con la infame alambrada instalada por la Guardia Nacional de Estados Unidos.
Él y sus padres se encuentran junto al río, analizando si se cruzan para solicitar asilo político.
Andrés no parece estar preocupado y aún la narración de su travesía, le parece un cuento.
Explica que la selva de Darien no le fue difícil cruzarla, porque está acostumbrado a andar en el monte, entre el lodo.
Afirma que es peligroso para los que no viven en el campo.
“Me encontré una culebra pero me salvé, el que estaba atrás fue el que la vio, a mí no me hizo nada”, dice.
Señala que hubo un río que atravesaron, con corrientes fuertes, donde estuvo a punto de llevarse a uno de los migrantes que buscaban llegar hasta esta frontera.
“Se iba a llevar a una persona, pero no se la llevó porque él se agarró de una rama”, comenta.
“Yo como sé nadar, yo pasé fácil, me tiré a nadar”, explica.
– ¿Eres muy valiente?
– Un poco- dice ufano.
Agrega que aparte de ir a Estados Unidos, quiere ser futbolista, o beisbolista. No obstante, aclara que le gustaría ser parte del selectivo de Vinotinto, de Venezuela.
Refiere que entrenaba futbol, pero dejó de hacerlo.
“Como el país no sirve ahorita, el país de nosotros, por el presidente, nos salimos”, afirma.
Añade que antes de salir de Venezuela, se le dañó su balón y solo espera volver a tener otro, para hacer algunas jugadas y practicar con los amigos que consiga.
Mientras consigue un balón, se divierte con su osito de peluche, al que no suelta por nada.