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Ya no son igual que antes… ¡qué alivio!

Por Ramón Quintana Woodstock |

El 12 de diciembre del 2022, mi paso obligado fue por el bulevar Norzagaray, ya desde el domingo por la noche había mucho humo sobre los bordes del río Bravo, sin embargo, cuando se puso el día enseñó los verdaderos parches que la realidad le puso al tiempo: eran cientos los migrantes formados en el territorio norteamericano, la fila fácilmente alcanzaba 300 metros. Era temprano y aún había personas tiradas en el talud y en la arena que linda el río, cobijados hasta la cara, algunos caminando por los bordes del río con la cara en picada y la cobija colocada como la virgen, otros envueltos en la manta cromada que les regalaron del otro lado.

Mochilas, chanclas, bonetes, capuchas deportivas, son atuendos muy recurrentes; estaban los que iban a la cola y los que regresaban hasta el frente, demasiado movimiento. Otros permanecían sentados en las lomas de tierra, al menos la fila ya estaba del lado (del río) norteamericano. Al final de la misma, la humareda, hubo lumbrada toda la noche, pero ya no hay que echarle, lo importante es que la fila no se desarmó, mientras los migrantes esperaron pacientes para ser subidos a los camiones. Dos descamisados se acercan a la orilla donde hay un charco de agua, de manera muy improvisada uno de ellos se enjuaga las axilas y el otro no se moja, pero se cambia la ropa de arriba, estos sí que tienen valor, ya que la temperatura está a unos 12 grados centígrados.

Los agentes de Migración se asoman hacia abajo, son 4 de verde y uno vestido de cowboy con texana y el cuete en la cintura, de entre ellos se oyen indicaciones y salen a relucir unas bolsas para basura color negro que desenrollan al momento, luego se las reparten a los indocumentados para que recolecten los desechos en un radio no mayor a 20 metros, de inmediato llenan las bolsas y se las entregan.

Justamente, esa zona, fue la puerta de entrada que durante muchos lustros se explotó por los pasadores, ahí donde comienza el área de cemento con la que se recubrieron las orillas del río.

Eulalio González “Piporro” filmó algunas escenas en la década de los 60, ya con los taludes de cemento y con abundante agua. Exactamente en ese punto los migrantes sembraron una fila de rocas en medio del afluente para cruzar y no mojarse.

Un joven compró café del lado mexicano y regresó a la parte gringa con una charola con seis vasos, y ahí va por encima de las rocas malabareando para cruzar nuevamente a los Estados Unidos. Este evento ha valido el boleto de mi estancia tan temprano. Mi tío Ricardo duró 3 días rodeando los chequeos y así llegó a Nuevo México. Gabino, mi otro tío, junto a Meny Gardea y Pablo Molina, duraron 10 días varados, ya que el tren no se movía y era el aventón obligado, comieron yerbas y animales. La facilidad para regresar a comprar un café caliente debe de tener algún final feliz.

Mientras observaba, del lado mexicano, el que escribe pisó una trusa, eso origina que abra el espectro e ignore el celular; hay toallas sanitarias, calcetines, zapatos, vasos, pastillas, botellas de plástico y en el agua se alcanzan a ver cobijas estancadas entre el lodo. Recorro la orilla del río de poniente a oriente, en mi flanco izquierdo, pero del lado gabacho, un joven se agazapó en una loma de tierra, sacó el pirrín y se puso a orinar, los de la fila no lo ven, pero de este lado alguna dama periodista se ha percatado de lo mismo que yo.

¿A dónde irán a parar? No lo sé. Solo sé que han transitado por el país sin comer, sin dormir, huyendo de la mafia, del Gobierno represor y del hambre. ¿Qué será de los niños? No, no es una canción de Maná, es la fotografía de la vida real, una obra pictórica que el Gobierno mexicano no quiere ver. Se espera que llegue otro conglomerado enorme, lo cual representa una crisis humanitaria, pero el Gobierno mexicano no lo quiere adjetivar tal cual, ya que si lo hace, los reflectores del mundo estarán acá y posiblemente le arranquen una rayita de popularidad al presidente. 

Apenas acabo de saber que son inmigrantes nicaragüenses. No es una casualidad que sean de ese país con una dictadura, donde los oponentes son encarcelados y los periodistas deben de trabajar chayoteados, so pena de también ser encarcelados. Cuba y Venezuela son copias fotostáticas, casualmente AMLO, cada vez que habla de los mandatarios que los gobiernan, se pone la minifalda y menea las motas para echarles porras, pero no hay que temer, ya no son igual que antes. ¡Qué alivio!

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