Por Mauricio Rodríguez/ Teófilo Alvarado |
Taylor Cabrera llora solo a la orilla del río Bravo. Han sido dos meses de peligros constantes desde que salió de su natal Ecuador acompañando a sus sobrinas. La travesía que incluyó extorsiones y amenazas por parte de la delincuencia organizada en otros estados de la República Mexicana, culminó esta mañana de viernes.
Desde Juárez observa por última vez a sus dos sobrinas, “Liv y Madison”, mientras las pequeñas de entre 5 y 7 años de edad suben una pequeña cuesta en el margen del lado estadounidense, para entregarse a la Patrulla Fronteriza.
Apenas unos minutos antes, apoyado por otro migrante, las cruzó cargándolas, por el afluente que divide México y Estados Unidos.
Liv y Madison, cuyos nombres recuerdan a la serie infantil de Disney “Liv y Maddie”, se tienen que entregar a la Patrulla Fronteriza para que sean reunidas con sus padres, quienes desde hace dos años se encuentran en el vecino país, a donde fueron, como lo han hecho miles de ecuatorianos en los años recientes, en busca del sueño americano.
Antes de dejar a las niñas del lado estadunidense, les entregó sus identificaciones, acomodó una pequeña mochila rosa en una de las infantes y les dijo que caminaran hasta entregarse a los elementos de la Patrulla Fronteriza en cuanto los vieran.
Luego soltó sus pequeñas manos y se regresó a México con el corazón deshecho, y desde la orilla llora en silencio al verlas avanzar en busca de algo más que un sueño.
Entrevistado por Norte Digital, Taylor Cabrera, afirmó que pese a los riesgos que vivió durante los últimos dos meses en su camino hasta esta ciudad fronteriza, ninguno de ellos se compara con la situación que se vive en el Ecuador.
Las extorsiones por parte de los delincuentes en su país de origen se han convertido en un problema que pone en peligro permanente a todo aquel que tiene familiares ya viviendo en los Estados Unidos.
Es por esa razón que mucha gente decide abandonar ese país sudamericano. Ese es el motivo por el que los padres de Liv y Madison le pidieron que trajera a las niñas y las cruzara por esta región de Juárez-El Paso.
Pese a su tristeza, aseguró que los casi dos meses de camino valieron la pena, ya que logró su objetivo, aunque en su paso por México se encontraron con “gente muy peligrosa”, quienes los secuestraron y pidieron rescate para su liberación.
Sin ahondar en detalles, dijo que cuando por fin fueron liberados, continuaron su andar, sin mirar atrás, hasta llegar a Ciudad Juárez.
Esta mañana de viernes es fría, el viento lastima al golpear en los rostros; Taylor se estremece, pero más que por la temperatura gélida, es la emoción ambivalente de ver a sus pequeñas Liv y Madison, subir esa pequeña cuesta.
Una malla ciclónica divide a las niñas de entregarse a los agentes que se encuentran a bordo de una camioneta de la Patrulla Fronteriza.
Taylor confía en que la pesadilla ha quedado atrás, el sueño americano apenas comienza y en él se encuentran papá y mamá.
“Fue duro, fue duro, pero estoy contento, a la vez estoy llorando por dejarlas ahí, pero me dijeron que están en buenas manos y solo espero que pronto estén con sus padres”, dijo entre sollozos.