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“Si Dios nos ayudó, ¿por qué no ayudar a hermanos migrantes?”

Aparte de los albergues y las casas abandonadas usadas por migrantes, hay familias locales que también han abierto las puertas de sus hogares a los extranjeros que llegan a Ciudad Juárez para que esperan el momento de cruzar a Estados Unidos a solicitar asilo político.

Tal es el caso de la familia de Víctor, como se identifica, quien dio posada primero a un venezolano y luego a una familia compuesta por una pareja y dos niñas, a los cuales fueron a despedir este martes a orillas del río Bravo, porque decidieron ir a probar suerte en el país de la barras y las estrellas.

Víctor explica que su familia es de Veracruz y tienen en Ciudad Juárez 25 años.

Menciona que llegaron sin nada y a base de esfuerzo ahora tienen una tienda de abarrotes en el suroriente de la ciudad, la cual les proporciona lo necesario para una vida estable.

“Yo soy de Veracruz y vine también a Juárez arriesgando, sin nada. Y si Dios nos ayudó a nosotros, por qué no podemos ayudar a nuestros hermanos migrantes”, dice convencido.

Agrega que tiene lo necesario para vivir y lo que hay es agradecimiento.

“Gracias a Dios tenemos techo, casa, trabajo, es lo más importante y nos topamos a ellos y nos dio ternura de que anden con los niños”, afirma la mañana de este martes.

Explica que le dieron posada primero a un venezolano durante una semana y rápido cruzó a Estados Unidos, pero días después les habló y les pidió de favor recibir a una familia, a la cual también aceptaron.

“Nos habló y nos dijo que si podíamos recibir a su primo que venía con su pareja y sus niñas”, comenta Víctor.

Acerca de estos últimos, indica que el varón sabe mecánica automotriz y le consiguió trabajo en un taller.

“Desde diciembre estaban con nosotros y hoy venimos a despedirlos”, subraya.

Afirma que previo a la terminación del esquema Título 42, a los venezolanos referidos les llegó la información de que familias sí serían recibidas y por eso decidieron que era el momento propicio para cruzar a lado estadounidense.

Asevera que “el muchacho (migrante) es muy trabajador y ella también, nos ayudan mucho”.

Dice que los niños también fueron aceptados en la misma escuela a donde va su propia hija.

Debido a esa convivencia diaria, se formó una gran amistad entre todos y este martes que fueron a despedirlos las lágrimas se desbordaron.

“Es necesario, tienen que irse, así es la vida”, dice la esposa de Víctor, mientras abraza a una de las menores venezolanas.

Mientras los integrantes de la familia venezolana caminaban, volteaban de repente para dar un último adiós a los veracruzanos que ya tienen vida hecha en Juárez.

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