Pasa inadvertida fecha del 10 de mayo para muchas migrantes, pero no tienen duda de su poderoso rol de protectoras de sus hijos
Para Yaneisi, este Día de la Madre ha pasado inadvertido. Ni siquiera sabía que hoy se festejaba en México.
De hecho tampoco sabía la fecha en que se celebra en su natal Venezuela. Lo único que sabe es que su hija de cuatro años es su máximo tesoro y que daría su vida por ella de ser necesario.
Le pega un grito para que se acerque y la pequeña obedece de inmediato, corriendo, sonriente y feliz de ir a los brazos de su madre.
Yaneisi platica que la travesía para llegar a esta frontera ha sido muy dura. Tiene tres meses que partió rumbo al norte con la intención de llegar a Estados Unidos, igual que otros miles.
Menciona que ha sido “super difícil” haber llegado hasta Ciudad Juárez, porque caminaron enormes distancias con terrenos inhóspitos y peligrosos, habiendo trepado poderosas moles de hierro que los obligaban a arriesgar la vida a cada instante, al desplazarse por cientos de kilómetros a bordo de vagones.
Finalmente, en Juárez han dormido en tapias y ya desde hace un mes en una tienda de campaña, en espera de poder cruzar a solicitar asilo político a Estados Unidos.
Su hija va y juega entre el campamento, pero su madre no la pierde de vista.
María Gueudet, otra mujer venezolana explica que el Día de la Madre en su tierra es el 12 de mayo, sin embargo tampoco tiene esperanza de algún festejo para ese día.
Sería igual que este 10 de mayo en que permanece bajo una lona que le sirve de tienda de campaña, a unos metros del río Bravo.
“No estoy en mi país, no estoy en buenas condiciones, no estoy con mi madre, no estoy con mis hijos, no me da ninguna ilusión, es un día normal para nosotros”, afirma.
Otra madre migrante refiere que para su fortuna, tiene a sus hijos consigo y ese es su mejor regalo a pesar de las dificultades que enfrenta.