Por Teófilo Alvarado |
Con el uso de la fuerza pública, comenzó el desalojo de migrantes en el campamento instalado junto al río Bravo, donde hay entre 500 y 600 personas, principalmente venezolanos.
Luego de tres horas de haber dialogado con ellos y de que no acudieron ser trasladados a albergues, se optó por comenzar a derribar tiendas de campaña.
Elementos de la Secretaría de Seguridad Pública Municipal (SSPM), policías estatales y de la Guardia Nacional, se hicieron presentes. Algunos de ellos con escudos antimotines.
En respuesta, algunos migrantes inconformes empezaron a quemar prendas de vestir y cobijas. También empezaron a quemar una tienda de campaña de las más grandes instalados en el lugar.
“No somos animales”, gritó una de las mujeres.
Otra empezó a discutir con las autoridades, donde mencionaba: “No tienen temor de Dios, tenemos la esperanza, yo no estoy haciéndole nada, dame una oportunidad, por favor de seguir aquí”.
De lado norteamericano, junto al río, permanecían a la expectativa los agentes de diversas corporaciones, mientras un helicóptero sobrevoló desde temprano.